Artículo de usuario: Fetichismo – el camino hacia la autoaceptación

Artículo de usuario: Fetichismo – el camino hacia la autoaceptación

de Noticias Recon

28 febrero 2023

Por NikeShoxBoy

Porque eso es lo que hacen los chicos, es lo que pensé en 4º. de primaria un día después del cole.

Dos de mis compañeras de clase iban a asistir a un evento de las girls scout que mi madre había organizado a través de la asociación de padres y profesores de mi colegio. Solo unos minutos antes de que estas dos chicas (que eran muy populares) llegasen a mi casa, cogí el balón de baloncesto de mi hermano mayor y me puse a hacer algo que odiaba en el cole: me puse a hacer deporte. Al subir por la entrada, sería fácil que me viesen metiendo canastas. Ese día me dijeron en el cole que nos veríamos más tarde. Me habría podido esconder en mi habitación o en otra parte de mi casa. Pero quería que me viesen haciendo algo que los otros chicos de mi clase hacían. Algo que me hiciese encajar en la forma en la que el mundo veía a los chicos.

Tuve que esperar varios años, hasta que fui a la uni, para darme cuenta de que lo que estaba haciendo era intentar encajar en el paradigma heteronormativo al cumplir las expectativas de los otros hombres, en este caso, haciendo deporte delante de dos chicas – ya sabes, haciendo algo "masculino". Incluso antes de que pudiese entenderlo, sabía que era diferente, pero no obstante me aterraba llamar la atención. Me sentía incómodo (a veces, de forma muy obvia) por ser un chico – por ser como un chico, como se suponía que tenía que mostrarme ante el mundo.

Y después llego a mi vida el fetichismo.

¿Qué es el orgullo? La verdad es que no lo entendía. ¿Qué significa en realidad? Mucho tiempo antes de aceptar mi sexualidad, acepté el sexo. Sexo fetichista, sucio, hablando, en plan con juegos de rol. El porno convencional no me la ponía dura. Ni aunque me pusiesen fuegos artificiales en el capullo. Un día en el instituto, me acuerdo de que entreoí a unos chicos guays hablar del porno y de lo cachondos que les ponía hacerle sexo oral a una mujer. ¡Lo mejor que he visto en mi vida! Dijo uno de esos tíos. Continuaron hablando de las prácticas heterosexuales en las pelis porno. Meneé la cabeza y me reí criticándoles en silencio en mi cabeza. Pensé, ¿y eso es todo? ¿Y eso te hace correrte? Me consideraba a mí mismo guay porque me salía de la norma. Me encantaba el fetichismo. Me encantaba el morbo. Y aunque era demasiado joven entonces para entender completamente por qué, sabía que a mi polla también le encantaba. Puede que no me gustasen los deportes, o salir de fiesta con amigos, o pasarles el balón a los otros compañeros de clase – o sea lo que sea que hagan los tíos heterosexuales entre ellos – pero me encanta ver cómo atan a un tío, cómo les desnudan, les azotan, les hacen cosquillas, casi les llevan al final, les ordeñan...la lista es larga.

¿Qué puede ser más masculino que la naturaleza primitiva de lo que le puede hacer un hombre a otro?

- No me malentendáis. No fue una curación inmediata. Sigo sintiéndome incapaz de no comparar mi relación con la masculinidad con la masculinidad de mis compañeros de clase. Los deportistas en especial. La masculinidad era algo sumamente fácil para ellos. Fuera del fetichismo, me sentía extraño, inferior, patético. En esa época, ya había aceptado mi sexualidad. Pero mi relación con la masculinidad aún era frágil. Seguía siendo como un extraño. Mi desprecio hacia mí mismo me estaba dejando hecho polvo.

Es fácil decir que simplemente que todos somos diferentes. El individualismo es especial. No existe ninguna forma correcta de ser hombre y mostrar tu masculinidad. Tenía las ideas muy equivocadas. Una de esas ideas es que pensaba que debería haber sido una niña al nacer. Otra es que deseaba que me hubiesen gustado las cosas que les gustaban a los chicos heterosexuales y final, y evidentemente, que deseaba ser heterosexual. El rollo de la autocompasión pasó de ser patético a dar ganas de vomitar.

Mi último artículo de opinión trataba de las costumbres y la estética. Uno de los puntos que enuncié era cómo nos vestimos al montárnoslo y la confianza que nos da todo eso debería calar hasta lo más profundo de nuestras vidas cotidianas. Durante mucho tiempo nunca me consideré masculino porque no era heteronormativo, ni heterosexual. Al montármelo, y al disfrutar de mi fetichismo, me sentía viril, masculino: sentía que correspondía con lo que se consideraba correcto. Pero al terminar la sesión, volvían mis miedos y mi ansiedad de siempre. Aunque suene irónico, me imaginaba a un hombre que me decía constantemente que "me comportase como un hombre" y lo superase. Pero no era capaz.

Y después en el primer año de la uni, recuerdo que me ataron. Me pusieron las manos y los brazos detrás de la espalda y me ataron las muñecas con una cuerda. También me ataron los tobillos con una cuerda, y me ataron los cordones de las zapatillas. Recuerdo la degradación verbal a la que me sometió mi amo. "Ahí estás, chico, un hombre patético y débil a mi merced." Y aunque todo eso me ponía, empecé a darme cuenta de la relación simbiótica entre el amo y el sumiso. De cómo uno equilibra al otro. Nunca antes me había pasado antes. Me encantaba el fetichismo por muchas razones. Como he mencionado antes, simplemente pensaba que era guay en comparación con los tíos heterosexuales convencionales. Aquí y ahora estoy atado, a la merced de mi amo, y nos necesitamos el uno al otro. La masculinidad del tipo sumiso es única y muy contradictoria con la heteronormatividad. Llevé este momento de clarividencia a mi vida real. Puede que no corresponda con el estereotipo de la masculinidad, pero gran parte de la belleza de nuestro mundo procede los hombres cuyas relaciones con su propia masculinidad difiere de la norma, independientemente de si son heterosexuales, bi, gay, pansexuales… ¡lo que sea!

A día de hoy sigo cuestionando a veces mi masculinidad. No soy especialmente viril ni musculoso. Tampoco intimido con mi físico. Aunque tenga formas de crear confianza en uno mismo y poder – como ponerme un par de zapas Nikes potentes – el niño que quería desesperadamente encajar y destacar delante de los otros chicos, sigue estando ahí. Pero soy un hombre sumiso y fetichista, al que le encanta ser sumiso y fetichista. Y los hombres que intimidan fácilmente (e incluso los que no) necesitan a chicos como yo. Y el mundo, independientemente de cómo funcione gracias al hombre que corresponde al estereotipo masculino, no le llega ni a la suela d ellos zapatos a cómo funciona el mundo gracias a los hombres – humanidad – que se rebela contra las normas, ya sea dentro o fuera de la cama.

No he escrito este artículo para que me tengáis compasión, ni como una forma de intentar decir, ¡seguid siendo positivos! (Soy un cínico "en rehabilitación"). No quiero vuestra compasión. Lo que quiero es ser alguien normal y corriente. ¿Soy el único? ¿Te ha ayudado tu fetichismo a aceptar tu verdadero tú? Si es así, es genial.


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