COMPAÑEROS EN EL FETICHISMO: Abiertos

COMPAÑEROS EN EL FETICHISMO: Abiertos

de Noticias Recon

24 febrero 2021

Danny Thanh Nguyen, alias ByronicPunk, es famoso por sus habilidades con los azotes y los látigos, así como por ser un escritor de novela y de ficción. En la actualidad está trabajando en un libro sobre el fetichismo, la supervivencia y los paralelismos entre la comunidad fetichista y de cuero y los refugiados. En este artículo, Danny comparte con nosotros una descripción honesta de cómo es estar en una relación abierta

Una de las reglas de nuestra relación abierta era que David y yo nos contásemos nuestras aventuras sexuales extramaritales. Esta vez, el momento de ponernos al día tuvo lugar durante una cena.

"Bueno, hay un chico," dijo David. Me enseñó la pantalla iluminada de su iPhone desde el otro lado de la mesa. Un hombre joven con una chaqueta azul con capucha con UCLA escrito en la parte de la delantera me iluminaba la cara.

Estábamos en el restaurante vietnamita favorito de David, que era super pequeño, estábamos sentados al lado de un espejo que estaba rodeado de luces de Navidad aunque fuese junio. Nuestro camarero nos había tomado nota y estaba preparándonos unos cafés con hielo en la cocina. David echó un vistazo a su teléfono, pasando de una foto a otra: un pelirrojo bajito y rarito de un bar, un turista de San Diego con un buen bronceado, etc.

Estábamos empezando en esto, no teníamos ni idea de si había algún tipo de protocolo para estas conversaciones para ponernos al día, por lo que hablamos de las historias de nuestros escarceos como si estuviésemos hablando de rumores sobre nuestros amigos.

David tenía un cuerpo con forma de ladrillo y se ponía camisas negras para parecer más delgado. Tenía treinta y tres años en esa época, pero tenía cara de niño. Para atraer a hombres más jóvenes, había puesto en su perfil que tenía veinticinco. Los chicos con los que se liaba eran jóvenes, como chihuahuas salidos de la uni que se ponen vaqueros Diesel. Sus cuerpos eran imberbes y delgados, sus caras tenían ojos grandes y curiosos. Al ir pasando de foto en foto, sentí como si mi vello corporal me empezase a picar bajo la ropa. Hasta la barba me pesaba más.

Cuando David me preguntó por mis últimos escarceos, le dije que no había follado con nadie últimamente. Solo había jugado.

"Jugar" es nuestro código. Para las otras cosas. El sexo no-sexual. No había abandonado el sexo convencional, pero últimamente llevaba un tiempo conociendo a tíos a los que les gustaba que les atasen, o tíos que querían atarme a mí.

David se quedó callado, golpeando suavemente con los dedos el cristal de la mesa. Se le congeló la mirada. Estaba intentando olvidar las imágenes que habían podido aparecer en su mente. Probablemente: yo poniéndole pinzas de la ropa en los pezones a un chico, y después azotándole con una fusta. Probablemente: yo con el aspecto de Pinhead de Hellraiser con una capucha de cuero en la cabeza, intentando recuperar la respiración a través de la cremallera de la apertura para la boca (aunque me parezcan tan raritas esas capuchas que automáticamente no estarían en mis sesiones).

Entre los sorbos que estábamos dando a nuestros boles de sopa de noodles, que estaban hirviendo, David finalmente preguntó, "¿Qué hiciste exactamente una vez que le habías atado?"

Era capaz de oler el ajo frito pegándose a mi ropa y a mi pelo para el resto de la noche. Dudé en decirle a David que al chico con el que estuve le ponía cantidad la tortura de pezones, y que para obtener una reacción por su parte le tuve que retorcer las pezones tanto que acabaron tan rojos como si fuesen balas hinchadas, y que saboreé el gusto a cobre del plasma que escurría de su piel sobre mis dientes.

Había estado separando mis identidades. Por el bien de David, pocas veces mencionaba el tipo de prácticas que realizaba yo. Si tuviese que explicar los detalles de estas sesiones - las mordazas en la boca y los látigos, las varas de color morado - él se desmayaba si le tocaba un morado que se hubiese hecho. Entendía que me pusiese todo eso, que era algo natural que no se podía cambiar, y la relación abierta era una de las formas en que me mostraba que me apoyaba. De todas formas, lo consideraba intimidatorio.

En las pocas ocasiones en las que me preguntaba por los detalles, le respondía de forma breve y educada. David formaba parte de ese mundo de personas normales. De besos dulces y caricias en la mejilla y abrazos en la cama. Me veía descender hacia un mundo de pervertidos, un lugar de lamentos oscuros llenos de raíces y de piel destrozada.

Después de cenar, caminamos por la acera hacia el coche para volver a nuestro piso. El aroma de sopa inundaba el coche. Cuando lo arranqué, David se acercó a besarme y mi barba incipiente de las cinco de la tarde le rozó los labios.

"¡Au!" dijo.

Al igual que mis fetichismos, el pelo le estaba empezando a molestar. La noche anterior, estábamos viendo la tele en el sofá y estiré las piernas que tenía desnudas y las puse junto a las suyas, haciendo que el pelo de mis gemelos le acariciase sus espinillas. Se apartó, haciendo como si tuviese una maquinilla de cortar el pelo y como si fuese un peluquero e imitó el sonido de una de esas maquinillas. Siguió haciéndolo y subió desde las piernas hasta mi cabeza —Bzzzzzz—como si estuviese esquilando a una oveja.

No he sido siempre un fetichista activo, ni tampoco he sido siempre peludo. Antes tenía el aspecto de esos chicos cuyas fotos guardaba David en su teléfono. Tenía una cintura fina y correspondía a su ideal de niñato: sin pelo, delgado y un poco tonto. Tenía diecinueve años cuando David y yo empezamos a salir y ahora ahora estaba en la treintena. Se me habían ensanchado los hombros, mi metabolismo iba más lento y mi barriga había empezado a colgar por encima del cinturón.

"Tu barba pica," dijo David.

"Lo que pica," le respondí yo, "es tener que afeitarme todos los días para tenerla a raya."

Les había empezado a decir a mis amigos que mi nuevo objetivo era convertirme en un oso tipo daddy gordo. Era en plan medio en broma, pero estaba diciéndolo al 100% en plan serio. Creía en esforzarme en conseguir objetivos.

Le repetí el chiste David mientras esperábamos a que el semáforo se pusiese en verde.

"Eso es asqueroso," dijo David.

Intenté evitar la progresión natural de mi cuerpo y de mi pelo gracias a entrenamientos en el gimnasio y a un producto para eliminar el vello llamado Nad's. El producto en sí consistía an una especie de pasta viscosa de color verde que estaba puesta sobre tiras de tela que me pegaba al culo y tiraba para arrancar el pelo — y a menudo la piel. Desperdicié un montón de dinero y de sangre antes de aceptar que no me iba a poder convertir en alguien más joven y más delgado; sino que solo me iba a convertir en alguien más viejo y más peludo.

Al hacerme mayor, uno de mis supervillanos favoritos de los cómics de Marvel era La Reina Blanca, que se vestía como una drag queen y solo se ponía lencería blanca muy escueta, botas hasta el muslo, un corsé con cuerdas y una estola de visón. Su poder mutante era la telepatía, la habilidad de influir en el pensamiento. Con el paso del tiempo, sufrió otra mutación, como una segunda pubertad. Aún era capaz de leer las mentes, pero también era capaz de transformar su piel en diamantes para auto-protegerse.

Había otro mutante en su mundo que también sufría una segunda mutación: Hank McCoy, apodado Beast. Su primer don era el de la fuerza sobrehumana, y luego, evolucionó hasta convertirse en una gran criatura humanoide peluda y azul.

A lo que me refiero es que: como fetichista, era un mutante con superpoderes. Había sufrido varias mutaciones en mi vida. Y a pesar de pensar que estaba recubierto de diamantes, había empezado a tener el aspecto de una bestia peluda irreconocible para mi amante.

Uno de mis follamigos me explicó el divorcio de sus padres con una cita de Albert Einstein: "Las mujeres se casan con los hombres esperando que cambien. Los hombres se casan con las mujeres esperando que no lo hagan. Por lo que la decepción por ambas partes es inevitable."

David y yo no nos habíamos casado con mujeres — nos casamos el uno con el otro. Organizamos la firma de los papeles legales en el ayuntamiento. Seguimos al juez vestido con su traje de gala hasta la parte de superior de las escaleras de mármol. Nos dijimos los votos que resonaron bajo la cúpula mientras estábamos de pie junto al busto de bronce de Harvey Milk. Cuando preguntó el juez, "¿hasta que la muerte or separe?" Los dos dijimos Sí. Nos pusimos el uno al otro los anillos de oro en los dedos, entendiendo la importancia de que siempre íbamos a estar unidos el uno al otro. O eso es lo que esperábamos al menos.

Me pregunto cómo lo consiguen los matrimonios felices: envejecer juntos y felices, sobre todo cuando uno o los dos cambian de forma radical a lo largo del tiempo. No soy capaz de vislumbrar qué persona vio David cuando me miró a los ojos en la parte superior de la escalera, tan guapo en su traje negro mientras decía que me amaría y cuidaría. ¿Pensaría que se estaba casando con un tío que por casualidad era fetichista y que se había convertido en alguien que podría considerar aceptable? ¿O quizás vio a un fetichista que finalmente cambiaría y se convertiría en alguien que podía considerar aceptable? ¿O quizás pensaría que se casaba con un fetichista que no cambiaría, pero que conseguiría aceptar al final?. Una de estas opciones es la real. Ninguna es la real. O quizás, todas estas opciones son reales.

Hay puentes que cruzas al hacerte mayor, cada uno de esos puentes te lleva a diferentes destinos a partir de tu punto de partida. No siempre eliges esos puentes ni tampoco a donde te llevan. Convertirte en un oso tipo daddy fetichista es como cruzar un puente realista, algo intuitivo y que se puede conseguir. Cuando haya cruzado hasta el otro lado de ese puente, me pregunto si David seguirá sintiéndose atraído por lo que vea. O seguirá en el otro lado de ese puente repitiendo su Sí, quiero a mi fantasma.

***


David es mi amante y lo único que sabe hacer conmigo es el amor. No sabe lo que es el rollo burro, no tiene un demonio interior que le inspire sadismo. La última vez que hicimos el amor, fue una noche en la que hacía demasiado calor para lo que es San Francisco, una noche en la que el aire bochornoso del piso estaba estancado como una manta de lana. Estábamos irritados por culpa del tiempo y por culpa nuestra, habíamos estado peleándonos un montón y finalmente de alguna manera encontramos la solución, como siempre, después de gritarnos durante horas. Acabamos echando el polvo de la reconciliación — el acto de intentar unirnos a nosotros mismos para ser una entidad cohesionada otra vez — y acabamos tirados en un charco de sudor y semen con todos los elementos mágicos innombrables que existen como unión de dos personas antes de que se empiecen a separar cada vez más la una de la otra.

Me levanté y fui al baño, me lavé la cara y me sequé el sudor de la espalda con una toalla. Cuando volví a la habitación, David se había dormido rápidamente, estaba roncando. Estaba tumbado en medio de la cama que compartíamos, con un brazo estirado, como si estuviese intentando alcanzarme para que me acercase. Al menos eso es lo que pensé yo. Es lo que necesitaba imaginarme cuando me fijé en el espacio que me hizo hasta que me acomodé en la cama.

Echa un vistazo al perfil de Danny en Recon, o descubre más cosas sobre él en sus redes sociales a través de los enlaces de abajo.

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